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domingo, 9 de diciembre de 2012

EGIPTO CELEBRA LOS 90 AÑOS DEL DESCUBRIMIENTO DE LA TUMBA DE TUTANKAMON


Noventa años han pasado desde el descubrimiento de la tumba del faraón Tutankamón, un acontecimiento que resucitó la pasión por la egiptología y con cuya conmemoración el país árabe pretende impulsar su maltrecho turismo.
Las celebraciones en la antigua Tebas, actual Luxor, llevarán a decenas de egiptólogos, diplomáticos, guías de turismo y periodistas a recorrer los pasos del arqueólogo británico Howard Carter.
Por el Valle de los Reyes, en la ribera oeste del río Nilo, se afanaba Carter en 1922 para descubrir el mundo los tesoros de la civilización del Antiguo Egipto.
Tras varias campañas infructuosas y ya a punto de arrojar la toalla, su perseverancia dio resultado el 4 de noviembre de ese año.


EL DESCUBRIMIENTO DE LA TUMBA


Apenas había llegado a la excavación al día siguiente (4 de noviembre [de 1922]) cuando un extraño silencio, producido por la detención de los trabajos, me hizo dar cuenta de que había ocurrido algo fuera de lo común. Se me recibió con la noticia de que se había descubierto un escalón tallado en la roca bajo la primera cabaña que se había derruido.
Entonces quedó claro, por encima de toda duda, que nos encontrábamos ante la entrada de una tumba; sin embargo, aún teníamos la incertidumbre nacida de desengaños anteriores.
 ¡Una puerta sellada! Así, pues, era cierto. Nuestros años de paciente trabajo iban a quedar recompensados después de todo. Creo que mi primer sentimiento fue de contento por el hecho de que mi fe en el Valle no había sido injustificada. Con una excitación que se convirtió en ardor febril busqué los sellos de la puerta, en busca de pruebas sobre la identidad del dueño del lugar, pero no pude encontrar nombre alguno. Los únicos descifrables eran el conocido sello de la necrópolis real, el chacal y nueve cautivos.

 Mientras examinaba los sellos noté que en el dintel de madera muy dura que había en la parte superior de la puerta, parte del yeso se había caído. Para asegurarme del método por el que se había bloqueado la puerta hice un agujero debajo de ésta lo bastante grande para colocar una linterna, y descubrí que el pasadizo detrás de la puerta estaba completamente relleno de piedras y escombros desde el techo hasta el suelo, siendo ésta una prueba adicional del sumo cuidado con el que se había protegido la tumba.
 El día 25 por la mañana se anotaron y fotografiaron cuidadosamente las impresiones de los sellos de la puerta y luego quitamos lo que la bloqueaba, que consistía en pedruscos alineados cuidadosamente desde el suelo hasta el dintel y cubiertos de una gruesa capa de yeso en su cara exterior, en la cual aparecían las impresiones de los sellos.
Así quedó al descubierto el comienzo de un pasadizo descendente.
El día siguiente (26 de noviembre [de 1922]) fue el mejor de todos, el más maravilloso que me ha tocado vivir y ciertamente como no puedo esperar volver a vivir otro.
A media tarde encontramos una segunda puerta sellada a unos diez metros de la puerta exterior, casi una réplica exacta de la primera. La marca de los sellos era menos clara en este caso pero todavía se podía identificar como los de Tutankhamón y la necrópolis real.

Despacio, desesperadamente despacio para los que lo contemplábamos, se sacaron los restos de cascotes que cubrían la parte inferior de la puerta en el pasadizo y finalmente quedó completamente despejada frente a nosotros. El momento decisivo había llegado. Con manos temblorosas abrí una brecha minúscula en la esquina superior izquierda.
Oscuridad y vacío en todo lo que podía alcanzar una sonda demostraba que lo que había detrás estaba despejado y no lleno como el pasadizo que acabábamos de despejar.
Utilizamos la prueba de la vela para asegurarnos de que no había aire viciado y luego, ensanchando un poco el agujero coloqué la vela dentro y miré, teniendo detrás de mí a Lord Carnarvon, Lady Evelyn y Callender que aguardaban el veredicto ansiosamente.
¿Puede ver algo? Si...cosas maravillosas
Al principio no pude ver nada ya que el aire caliente que salía de la cámara hacía titilar la llama de la vela, pero luego, cuando mis ojos se acostumbraron a la luz, los detalles del interior de la habitación emergieron lentamente de las tinieblas: animales extraños, estatuas y oro, por todas partes el brillo del oro. Por un momento, que debió parecer eterno a los otros que estaban esperando, quedé aturdido por la sorpresa y cuando Lord Carnarvon, incapaz de soportar la incertidumbre por más tiempo, preguntó ansiosamente:

"¿Puede ver algo?", todo lo que pude hacer fue decir: "Sí, cosas maravillosas".
 Supongo que muchos excavadores confesarían haber sentido asombro, casi desconcierto, al penetrar en una cámara cerrada y sellada por manos piadosas tantos siglos antes. En aquel momento el tiempo como factor de la vida humana perdía todo significado.
Han pasado tres o cuatro mil años quizá desde que un pie humano pisó por última vez el suelo en que uno está y, sin embargo, al notar las señales recientes de vida a su alrededor -el recipiente medio lleno de argamasa para tapiar la puerta, la lámpara ennegrecida, la huella de un dedo sobre la superficie recién pintada, la guirnalda de despedida arrojada sobre el umbral- uno siente que podría haber sido ayer.
El mismo aire que se respira, que no ha cambiado a través de los siglos, se comparte con aquellos que colocaron la momia allí para su descanso eterno. Pequeños detalles de este tipo destruyen el tiempo y uno se siente como un intruso.
Por localizacion se supone que esto fue lo primero que vio Carter al asomarse
Dejaré que el lector se imagine la apariencia de los objetos mientras los contemplábamos desde nuestra mirilla de la puerta tapiada, proyectando desde ella el haz de luz de nuestra linterna -la primera luz que cortaba la oscuridad de la cámara en tres mil años- de un grupo de objetos a otro en un vano intento de interpretar el alcance del tesoro que yacía ante nosotros. El efecto era abrumador,impresionante.
Gradualmente la escena se aclaró y pudimos distinguir los objetos por separado. En primer lugar, justo frente a nosotros -habíamos sido conscientes de su presencia todo el rato pero nos negábamos a creerlo- había tres sofás dorados cuyos lados estaban tallados en forma de animales monstruosos, de cuerpo curiosamente reducido para que cumplieran su cometido, pero con cabezas de sorprendente realismo. Estas bestias hubieran parecido extrañas en cualquier otra ocasión: vistas como lo hicimos nosotros, con sus brillantes superficies doradas destacando en la oscuridad como si tuvieran un halo propio gracias a nuestra linterna y sus cabezas proyectando sombras deformes y grotescas sobre la pared del fondo, eran casi aterradoras.
Pronto se hizo claro en nuestras aturulladas mentes que entre esta mezcla de objetos que teníamos delante no había señal alguna de un ataúd o de una momia y la tan debatida cuestión de si era una tumba o un escondrijo empezó a intrigarnos de nuevo. Teniendo en cuenta esta cuestión volvimos a examinar la escena que teníamos delante y entonces observamos, por primera vez, que entre las dos figuras negras de los centinelas, a la derecha, había otra puerta sellada.
La explicación se aclaró gradualmente. Estábamos tan sólo en el umbral de nuestro descubrimiento. Lo que veíamos no era más que una antesala. Tras la guardada puerta debía de haber otras cámaras, o tal vez una serie de ellas, y en una de ellas, sin duda, encontraríamos a un faraón yaciente en la magnífica pompa de la muerte.
De mala gana decidimos reservar la apertura de esta puerta sellada hasta que hubiésemos sacado todo el contenido de la antecámara.
Una de las primeras cosas que notamos en nuestra inspección es que todos los objetos grandes y casi todos los pequeños tenían inscrito el nombre de Tutankhamón. También eran suyos los sellos grabados en la puerta interior y suya por lo tanto, sin duda alguna, la momia que debía haber detrás de ella.
Algunos de los objetos estaban en inmejorables condiciones, tan resistentes como el día que se hicieron, pero otros estaban en situación precaria y constantemente se presentaba el problema de si sería posible dar tratamiento de preservación a la pieza in situ, o esperar hasta que se la pudiera manejar en el laboratorio en condiciones más favorables. Adoptábamos esta última solución siempre que era posible, pero había ocasiones en que sacar un objeto sin tratarlo hubiese significado seguramente su destrucción.
 Lógicamente nuestra primera y más urgente necesidad fue la fotografía. Antes de hacer nada, o de transportar nada, hubo que tomar una serie de fotos en panorama para mostrar el aspecto general de la cámara. Teníamos como alumbrado dos lámparas eléctricas portátiles con una fuerza de tres mil bujías y con ellas hicimos todo el trabajo fotográfico en la tumba. El tiempo de exposición era inevitablemente largo, pero la luz era extraordinariamente uniforme, mucho más de lo que hubiera producido un foco, proceso peligroso en una cámara tan repleta, o con luz natural reflejada, que eran las dos alternativas posibles.
Tardamos siete semanas en sacar todo lo que había en la antecámara y, desde luego, estuvimos contentos de terminar con ello y, sobre todo, sin que se hubiera producido ningún desastre.
Mi primera preocupación fue localizar el dintel de madera encima de la puerta; entonces, con mucho cuidado quité pequeños fragmentos de yeso y empecé a sacar los cascotes que formaban la capa superior del relleno. A cada momento la tentación de parar y mirar hacia adentro era irresistible y cuando, tras algunos minutos, hube abierto un agujero lo suficientemente grande como para poder hacerlo, coloqué una linterna. Su luz reveló una visión asombrosa, ya que allí, a un metro de la puerta, extendiéndose hasta perderse de vista y bloqueando la entrada de la cámara había lo que tenía el aspecto de ser una pared de oro macizo.
No cabía duda alguna de que el lugar en que estábamos era la cámara funeraria, ya que por encima de nosotros se erigía una de las grandes capillas doradas bajo las cuales yacían los reyes. Su estructura era tan enorme (5,20 m. de largo por 3,25 m. de ancho y 2,75 m. de alto, según averiguamos más tarde) que llenaba casi toda el área de la cámara, estando separada de sus paredes por menos de un metro por cada uno de los cuatro lados, mientras su cubierta, con toro y cornisa, llegaba casi hasta el techo. Estaba recubierta de oro de arriba abajo y tenía incrustado en los lados paneles de fayenza azul en los que se repetían una y otra vez los símbolos mágicos que debían asegurar su fortaleza y seguridad.
¿Habían penetrado en ella los ladrones, profanando la tumba real?
Descorrimos ansiosamente los pestillos y abrimos las puertas de par en par; allí dentro había otra capilla, con puertas igualmente cerradas con pestillo y sobre él había un sello intacto. Estábamos decididos a no romperlo, ya que nuestras dudas no se habían disipado y no podíamos seguir adelante sin correr el riesgo de dañar seriamente el monumento.
Creo que en aquel momento ni siquiera queríamos romper el sello, ya que un sentimiento de intrusión había caído pesadamente sobre nosotros al abrir las puertas, aumentado posiblemente por la situación casi hiriente de un paño mortuorio de lino, decorado con rosetas doradas, que colgaba en el interior de la capilla.

Sentimos que estábamos en presencia de un rey muerto y le debíamos reverencia, y en nuestra imaginación podíamos ver las puertas de las sucesivas capillas abrirse una tras otra hasta que en la más profunda aparecería el mismo rey. Cuidadosamente y en el mayor silencio posible volvimos a cerrar las grandes puertas y continuamos hasta el extremo más alejado de la cámara.


Aquí nos esperaba una sorpresa, ya que una puerta baja, situada al este de la cámara funeraria, daba acceso a otra habitación, más pequeña que las anteriores y no tan majestuosa. Esta puerta, a diferencia de las demás, no había sido cerrada ni sellada. Desde donde estábamos pudimos conseguir una clara visión de todo lo que contenía, y una simple mirada bastó para decirnos que allí, en aquella reducida cámara, había los tesoros más grandes de la tumba.
El contenido de esta cámara afortunadamente todavía estaba en la misma posición en que fue colocado en el momento del enterramiento, en contraste con el de la antecámara y el anexo.
Eran, desde luego, indescriptibles y las emociones que han producido en nuestras mentes son de un carácter demasiado íntimo para comunicarlas aunque pudiéramos disponer de palabras. Fue una experiencia que, estoy seguro, ninguno de los allí presentes será capaz de olvidar, ya que acabábamos de presenciar con la imaginación -y no sólo con la imaginación- las ceremonias fúnebres de un rey muerto hacía mucho tiempo y casi olvidado.

Extractos del libro "La tumba de Tutankamón", por Howard Carter.


Falta de veracidad

Hasta aquí llega la versión oficial, publicada en el libro "La tumba de Tutankamón" y sus apéndices, de quienes intervinieron en la operación.
Pero al parecer, ni Carter ni Douglas E. Derry (uno de los doctores del equipo de Carter que se dedicó a investigar la momia) escribieron toda la verdad.
Por un lado, luego de haber penetrado en la antécamara, Carter y otras tres personas volvieron por la noche, sin ningún ayudante, y realizaron un agujero en la pared que permitió el paso de este dentro de la cámara funeraria propiamente dicha. Esto no fue comunicado a nadie, y Carter luego reconstruyó el boquete, colocando cuidadosamente las piedras en su lugar, y recubriéndolo con los trozos de enlucido. Así daba la impresión de que nadie había tocado nada. Para completar la puesta en escena, tapó todo el conjunto con un cesto de mimbre, y lo apoyó con unos elementos vegetales que habían a su lado.
Algunos días después se realizó la apertura "oficial" de la puerta, con invitados de lujo.
Ejemplar de prensa de la epoca
Por otro lado, mas adelante, una vez tenido acceso a la momia del rey, y desesperados por el engrudo pegajoso que no lograban eliminar, utilizaron cuchillos calientes para despegar los vendajes y en lugar del "escoplo" que menciona Carter [en dicho libro] usaron a conciencia martillo y cincel. Derry aserró la momia por la mitad a la altura de la tercera vértebra, intervención que pudo confirmarse en 1968, cuando la momia fue sometida a rayos X.
También le cortaron los pies para retirarle las sandalias de oro.
Lo que es fácilmente comprobable es que en la primera foto que le hizo el fotógrafo Harry Burton al rey, nada más quitarle el vendaje, los párpados están en bastante mejor estado que en la imagen que dio la vuelta al mundo.









TUTANKHAMOM

 Tutankhamon era probablemente el hijo Akehenaton y de Tiye  una de sus esposas menores. Vivió en la corte de Amanarna (ciudad que mando construir y fundo Akehenaton en nombre del Dios Aton creando así un monoteismo en Egipto y sustituir  la capitalidad  de Tebas ) Subió al trono con apenas nueve años  siendo el duodécimo rey de la dinastia XVIII, se caso con Ankehesempaaton, su hermanastra ( hija mayor de Nefertiti y de Akehenaton) El reinado de Tutankhamon fue breve (ya que murió con apenas 18 años) y poco relevante,  lo mas destacado fue deshacer lo que había hecho su padre,  devolvió la capitalidad a Tebas e implanto de nuevo en Egipto el politeísmo y volvió su devoción personal a la disciplina de Amon tomando  el nombre de Nebkheperure bajo su coronación. Durante el reinado de Tutankamón hubo en el país una epidemia de malaria que causó una elevada mortalidad, y, como en la tumba se encontraron medicamentos contra la fiebre, se sospecha que murió víctima de esa enfermedad.

Imagen recreada por ordenador
Recientes estudios de ADN, realizados por el instituto IGENEA, de Zurich, ha reconstruido el perfil genético de Tutankamón. Según estos investigadores "Tutankamón pertenecía a un perfil genético conocido, al que pertenecen más de un 50% de los varones de Europa occidental, lo que indica que comparten un ancestro común. Curiosamente este perfil constituye menos de un 1% los egipcios actuales". La proporción aumenta al 70% entre españoles y británicos.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

"LA" GRAN EGIPTO


Os dejo un vídeo para que os deis cuenta y reflexionéis de lo grande y única que fue esta civilización y de paso os dejo una pregunta en el aire ¿QUE HUBIESE SIDO DE LA HUMANIDAD SI NO HUBIESEN EXISTIDO?